Por Nelson Acosta
Durante los últimos años, la cultura del internet se ha acostumbrado a llevar todo a los extremos, esto incluye las opiniones. Palabras como “épico” y “brutal” se han vuelto comunes para describir aquellas cosas que nos hacen delirar por su calidad o por “hype” que la campaña publicitaria de dicho producto no ha transmitido. Lo mismo sucede desde el sentido opuesto, en donde términos mucho más ofensivos se usan para describir aquello que no nos gusta, o que simplemente nos han dicho que no nos debe gustar. Ya sea porque resulta ofensivo para un grupo o por luchar en contra de la corriente.
Esta moda de los “extremos” es más aparente dentro de la industria del entretenimiento. Cuando hablamos de música, libros, cine, o TV, los productos son lo “mejor jamás creado” o lo “peor en la existencia”. No existe un punto medio y cualquier opinión disidente es callada por ambos grupos. Es así como “Dioses de Egipto” no pudo a ver salido en peor momento. Es un caso muy triste, en donde los adeptos a lo “políticamente correcto” mataron y enterraron la película muchos meses antes de su estreno, y en donde la conciencia colectiva simplemente siguió el juego. Pero ¿Es Dioses de Egipto merecedora de la campaña de insultos, desdén y repulsión que ha acompañado su nombre todos estos meses? Sinceramente, debo decir que no.
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